sábado, 12 de junio de 2010

Llevo tiempo callada y en silencio

Llevo tiempo callada y en silencio. Tiempo criando al fin una niña, Laia, que contradice todas las excusas que podrían darse las madres para desistir de vivir nada. Los bebes acompañan el camino propio, respiran al tiempo de sus madres que deben continuar tomando aire, cuanto más aire mejor, para dar más vida, buena vida. Pero eso ya lo contaré en otro lugar, seguro.
Pues sí tiempo callada y en silencio. Apenas escribiendo unos correos para continuar pudiendo amar, algunas conversaciones de skype para poder seguir amando. Leyendo también escasamente, en los ratos que permite una vida que se desmonta para poder volverse a montar sobre si misma. No en otro sitio. No desde otros lugares. Permaneciendo, apostando por durar, por durar en los empeños.
Y los empeños, parecidos: poder amar, encontrarse, tocarse, sorprenderse, aprender y crear vida buena con quien frecuentas y también con quienes apenas rozas. Con esas personas también, para no tragarnos el rollo del enemigo útil, de la amenaza fantasma, de la soledad, del narcisismo. Y entre estas personas recuerdo al mantero de enfrente de la glorieta de quevedo con quien tanto me asimile cuando embarazada volvía un día a mi casa, aún con pareja, de ese trabajo en el que duplicaba el mileurismo.
Porque estoy convencida de que no nos podemos sustraer del mundo y de las personas. Convencida de que cuando lo hacemos perdemos la potencia. Contar con los demás es la clave, simpatizando más con quiénes menos impiden la vida, que son dado como están las cosas, quiénes menos la determinan. Que son: no los banqueros, ni los empresarios–los habrá decentes, seguro, pero no ejercen la decencia en tanto que no permitan a la gente tener casa y comida y recursos suficientes-.
Porque de lo que estoy convencida, más aún que de que haya malos, que podría alejarme del discurso y repensarlo, es del inmenso talento ahí afuera. Una inmensa creatividad frustrada, mucha mierda, mucho sueldo de mierda, mucha hipoteca de bingo político que acaba subastando la propia casa.
Pues sí tiempo callada, desafiando la continuidad de este blog, de esta voz, porque nunca pretendí hablar por hablar y menos hablar para figurar; porque no acepto las normas que dicen si no estás no existes; porque pretendí hablar para vivir, para vivir mejor y hasta ahora, solo he podido apenas respirar, andar para escuchar mis pasos y exigirme que dado que existían se dirigieran nuevamente hacia alguna parte útil.
¿Hacia dónde? Pues intuyo algunos caminos y por eso vuelvo. Veremos. Y lo digo en plural, porque ya lo escribí antes, hay mucho talento ahí fuera y hay que reventar todos los basureros que lo esconden.