martes, 27 de septiembre de 2011

A propósito de Natalia Carrero

He sido una escucha y esto es una conversación. Parto de dónde lo dejo Natalia. Del texto de la presentación de su novela que podemos leer en Rebelión. Parto de ese conjunto. Sé que estoy en él. O quizá en una intersección. Porque comparto ya no el enfado, más la rabia; porque me reconocería víctima, aunque lo que me interesa sobre todo es que empiezo a saberme profundamente liberada.

Lo cierto es que pasan cosas. Cientos de miles de cosas. Pasan las asambleas por todas partes, en mi calle y en Nueva York. Eficaces, ridículas, inabarcables pero asambleas. Pasa que el mundo, joder, sigue siendo precioso. Pasan los árboles que quedan, los viejos que aún se ilusionan y juegan con las niñas en los parques. Pasa que se puede aún confiar en la colectividad. Pasa Natalia que llora, y explota el ritual en que se presenta su novela. Y Los tipos infames de Madrid, revientan por los aires. Y la presentación se hace servir, merecer la pena entre tanto Natalia nos regala su texto con la emoción que lo aviva y desde toda la eficacia de la literatura. Qué bien leíste Natalia. Tal cual escribes y dibujas, como una niña grande, que practica ser escritora porque no podría ser otra cosa y se ejercita, desde la potencia bruta que significa su deseo de ser.

Natalia Carrero es escritora, además es una madre múltiple, con quien he compartido ropa, un parque, varias calles de subida y bajada de la guardería. Compartí con ella también colección “Caballo de Troya” y ella un día se acercó a hablarme a una charla que yo di y con toda la sinceridad del mundo me advirtió: así vas mal. Desde ese día me pregunta una y otra vez por lo que allí planteé. No hay prisa. En medio vamos queriéndonos. Haciéndonos regalos.

Natalia Carrero publicó Soy una caja justo después de publicar yo Inmediatamente después. Ella salía con una tapa de más, muy bonita, y yo con la biografía cambiada, en edad y lugar de nacimiento, que es bastante. La odié rápido, por ser talento fnac, por la tapa de más, porque es lo que sabemos hacer a la velocidad del rayo, envidiar, codiciar, contarnos historias que nos dejan como el puto culo, a nosotras y a la humanidad que nos comparte.

La cosa es que luego leí Soy una caja. Y me lo tuve que racionar para soportar la intensidad. Natalia es un navajazo y ahí la respeté. Aunque había demasiada Clarice Lispector. En Una habitación impropia la cuchillada se presenta de nuevo, para rasgarlo todo, las vestiduras, el ánimo, las fronteras de lo permisible, y desafía. Incluso a mí que no conozco el pudor, porque lo que no puedo compartir no me interesa, no lo deseo, lo descuido por completo.

Pues sí Natalia, yo te escuché, y te contesto esto. Que quiero pensar contigo en los conjuntos y hacerlo así: en abierto, por si se nos suma alguien más a esta conversación lenta que podría tratar de los grupos de escritores y escritoras, los subconjuntos y las intersecciones, y de la rabia, y el enfado y de lo que somos cuando ya no aceptamos ser víctimas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Eva, para variar, me ha encantado el texto, sincero y creador... siempre reinventándonos, repensándonos, tratando de darle la vuelta a las cosas que parecen no tenerla. No sé si vas mal (como te dijo Natalia) o vas bien, yo sólo sé que a mi así es como me gustas: cuestionadora para tí y por supuesto para los que te queremos. Flor